martes, 28 de julio de 2015

Al rescate de la educación técnica

El Ministerio de Educación quiere convertir la articulación de la educación técnica en los grados superiores en una sustitución de una verdadera educación profesional. Es importante recordar que la Ley General de la Educación partía de la modalidad de educación académica para 10º y 11º, junto a la educación técnica, es decir, planteaba dos tipos de educación en un proceso de integración de la teoría y la técnica que aprendían los estudiantes; potenciaba sus habilidades y les daba la posibilidad de que asumieran determinadas carreras u oficios, que no exceptuaban estudiar una carrera profesional, técnica o tecnológica.

Con el plan de apertura educativa de Gaviria se perdió la posibilidad de mejorar la educación técnica para que fuera un verdadero beneficio del sistema educativo. Desde ese entonces, lo que se ha hecho es desmontar de manera progresiva este tipo de enseñanza.

En los últimos años se ha generado un proceso de articulación con el Sena y otras instituciones que en muchos casos llegan a modificar y desconocer los PEI, imponer énfasis que refuerzan el concepto de capital humano, de educación para el empleo y no para la formación de seres humanos.

En este sentido, el proceso educativo público que se debe dar desde el preescolar hasta el universitario o superior, es decir, una formación progresiva integral para instruir a los estudiantes de acuerdo a sus habilidades, capacidades, intereses y expectativas, ha desaparecido. En su reemplazo, apareció una educación relacionada con lo laboral, en el sentido de formar consumidores y trabajadores sumisos.  

Esta formación para el empleo tiene un vicio intrínseco, en la desarticulación de la educación para la profesionalización del ser humano, se ha fortalecido la educación informal a los estudiantes de estratos 1, 2 y 3 y la capacitación para un empleo precario.
En contraste, FECODE defiende la educación técnica durante la media, como una transición hacia los estudios universitarios o tecnológicos, en los fundamentos de una organización secuencial y progresiva como parte de la educación básica, que articule teoría y práctica, y fortalezca la formación humana, la dignificación humana, en instituciones con excelente infraestructura.

En el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018, el gobierno acuñó la política que está aplicando actualmente. La nueva propuesta de educación terciaria cumple las metas del Banco Mundial, para mostrar resultados de ingreso a educación terciaria, no superior (el gobierno ‘mete en una bolsa’ todos los estudios después de la media: universitarios, técnicos, tecnólogos, de garaje y hasta cursos semipresenciales, solo para decir que se cumple con la cobertura de estudios superiores).

El trasfondo es el tema de para qué se educa y por qué se educa. Si se dice que la educación hace que el ser humano mejore, esta debe ser una formación integral. Una educación técnica no debe formar exclusivamente para el trabajo, que imparte conocimientos básicos o necesarios para un trabajo deficiente con un salario mínimo. Por el contrario, debe ofrecerle formación práctica y teórica al joven graduando para complementar, una vez decida, qué carrera seguirá en su vida. 

¿Qué tan conveniente es que un estudiante repita un año?

El Banco Mundial ha planteado que la repitencia es un tema gravísimo y señala como principales culpables a los docentes si un alumno pierde un año escolar.

Esta idea procede del concepto de mercado, en donde la repitencia se relaciona más con los recursos que se “pierden”, porque cuantos más estudiantes repiten significa que hay un gasto mayor en el presupuesto de la educación. El problema es más profundo, porque es necesario analizar cuándo un estudiante debe repetir un curso.

El maestro no llega el primer día del año a decir cuántos estudiantes perderán el año. Así lo determinaba el Ministerio de Educación en el Decreto 230 de 2002, donde se decía expresamente que no podía dejarse a más del 5% de un curso; como no se trabaja con productos sino con seres humanos no se puede determinar un porcentaje. El objetivo de un docente es que ningún estudiante se quede en un curso, pero esto no depende sólo de él o ella.

Es el resultado de un proceso mediado, primero, por el compromiso de los estudiantes con su educación; segundo, con su responsabilidad; tercero, con la responsabilidad de los padres de familia; y hasta con las condiciones materiales de los alumnos y alumnas. Un joven que no tiene dinero para adquirir, por ejemplo, un álgebra y en su escuela tampoco hay biblioteca para conseguirla, no tendrá la misma facilidad de acceso al conocimiento que uno que sí tiene con qué comprarla.

En consecuencia, es sumamente importante el nivel de compromiso de los estudiantes con las actividades que se desarrollan en el aula de clase. Cuando un estudiante no se siente a gusto en un salón, muchas veces no presta atención porque tiene otros intereses, otras problemáticas, y esta actitud incide en su proceso de aprendizaje. Si bien depende del profesor captar su atención, no implica que sea toda su responsabilidad, porque la formación familiar pesa mucho más; para un profesor es casi imposible saber qué sucede con todos los estudiantes por la relación actual alumno-docente. Desde la concepción del Plan de Estudios en el PEI y el plan de área, el docente busca estrategias para motivar a los estudiantes, procurando que haya gusto en el trabajo y que lleven a feliz término su año escolar.

Aquí el Estado no ayuda mucho, porque la falta de infraestructura, material educativo y trasporte, terminan afectando negativamente el amor de los jóvenes, niños y niñas por su escuela. En consecuencia, los niveles de repitencia habría que mirarlos a partir de diferentes dimensiones, desde el problema social del país hasta la falta de compromiso del Estado con la educación pública.

Entonces, la cuestión no es simplemente que el estudiante pierda el año escolar y se pierden recursos. Efectivamente, cuando un estudiante no aprueba, hay un costo para su familia, para él y los recursos que destina el Estado para garantizar su educación. Pero también se desgasta la posibilidad de que ese estudiante avance y logre una autoestima alta, en otras palabras, sentirse mejor como ser humano.

Un último aspecto es que la educación ha perdido importancia en la sociedad, en parte por ese nuevo discurso que afirma que ya no se necesita estudiar para salir adelante en la vida, hay medios más “fáciles” y “rápidos” que aseguran el éxito. Esa falsa creencia ocasiona que los estudiantes lleguen al colegio desmotivados, desorientados y sin interés. Así, por muchos malabares que haga un maestro no podrá conseguir de ellos un compromiso real. Sin contar con que muchos padres abandonan su compromiso y se desentienden de esta responsabilidad.

En resumen, la repitencia es un fenómeno que debe analizarse con todos sus factores antes de lanzar acusaciones infundadas. Una perspectiva más cercana a un análisis pedagógico cualitativo permitiría comprender la viabilidad de que un estudiante deba quedarse o no en el mismo año que ha cursado, ante la falta de resultados positivos.

El verdadero sentido de la evaluación en clase

Las políticas del gobierno nacional agenciadas por el Ministerio de Educación, a raíz de directrices desde organismos internacionales, pretenden evaluar prácticamente todo, y promueven que los estudiantes estudien para ganar el examen. Esta tendencia le ha dado un significado a la evaluación en clase casi banal y va directamente en contravía del verdadero sentido de la educación.  

La evaluación en el aula debe ser planteada desde los contenidos y los objetivos del currículo de área. Tiene que ser procesual, lo cual implica que a partir de los objetivos determinados y el trabajo en clase se haga seguimiento a los procesos de conocimiento de los estudiantes. 

La reglamentación sobre la evaluación en clase está contenida en el Decreto 1290 de 2009, parte en el artículo 1º. “de las evaluaciones externas”, las cuales prioriza y eso está reforzando el actual gobierno. Sin embargo, no puede estar descontextualizada, sino relacionada con los contenidos, los objetivos y las temáticas, definidos por los maestros en el currículo y desarrollados en las clases a partir de proyectos individuales o grupales.

El peor error que puede cometerse es direccionar la evaluación como una técnica instrumental donde los estudiantes pasan o no pasan. Además, no se trata de evaluar únicamente el aprendizaje cognitivo, está lo convivencial, la formación integral. El comportamiento del alumno en el aula es un proceso de formación que también tiene lugar en la escuela. Áreas como la Educación Física o la Ética inciden en el desarrollo de una personalidad integral, puesto que sus resultados tienen influencia transversal.     

En este sentido, la evaluación debe abordar todas las dimensiones que se plantean en el proceso educativo en dirección de los componentes académicos y su única función es la formación integral de los estudiantes, teniendo en cuenta especificidades de acuerdo a los contenidos ya planteados. Es de recordar que las pruebas internacionales en últimas no sirven para nada, en las entrevistas de trabajo no valen los puntajes en las pruebas Pisa o Saber.

Importancia de la relación maestro-número de alumnos

El mismo Ministerio de Educación colombiano ha querido dar a entender que no hay  ningún problema por la cantidad de estudiantes en el aula, es decir, que no hay diferencia en si un maestro enseña a un grupo de 25 o 45 alumnos. Es mentira, la relación técnica alumno-docente sí incide en el proceso de aprendizaje.

La razón fundamental es que para un maestro no es lo mismo trabajar con grupos de 40 o 45 estudiantes, como sucede en los colegios de Colombia, que con 20 o 15, como ocurre en los países desarrollados. En este último caso, el docente puede realizar un trabajo práctico y teórico con los estudiantes, desarrollar proyectos y hacer seguimiento, cuando el grupo es de más de 20 personas es muy difícil adelantar estas tareas.

Las relaciones técnicas se encuentran contenidas en el Decreto 3020 de 2002, donde Fecode participó en la discusión que dio como resultado esta normativa con el fin de establecer parámetros adecuados que deberían respetarse en las aulas para asegurar un proceso de aprendizaje con calidad.

Esa teoría que desprecia la relación técnica viene desde el Banco Mundial y se relaciona con el tema fiscal, que consiste en ajustar docentes al número de estudiantes según el presupuesto. Tal práctica impide al maestro la posibilidad de ejercer el liderazgo. Por ejemplo, en una clase de 55 o 60 minutos o incluso en bloques, aun cuando trabajen en grupo, resulta demasiado complicado hacer evaluación individual al trabajo académico de cada estudiante, y aún más difícil llevar a cabo una retroalimentación. Así el docente quiera estar pendiente de todos en su proceso de aprendizaje no lo puede hacer; se ve obligado, entonces, a enfocarse en quienes tienen más o menos problemas, o cual dificulta establecer una relación equitativa con los estudiantes.

Colombia toma como ejemplo en los resultados de las pruebas PISA a Cuba y Finlandia, cuando ellos tienen profesores especializados que dedican tiempo personal a sus alumnos de forma individual, es más, cuentan con auxiliares que les colaboran en algunas temáticas.  

En cambio, el sistema colombiano obliga al maestro a enfocarse o en lo convivencial o lo académico; y por prestar atención a las dos cosas al tiempo, muchos docentes terminan en consultas psicológicas por estrés o con problemas de salud, en la voz, la columna o los músculos.

Entonces sí, la calidad de la educación está determinada por el número de estudiantes y, en nuestro país, el Ministerio de Educación adopta políticas que, al promover el hacinamiento en las aulas, van en contra del aprendizaje de los niños y niñas.

Análisis del carácter de la educación media

El gobierno de Juan Manuel Santos está excusándose en que a Colombia le vaya bien en las pruebas PISA para imponer una serie de políticas educativas en torno a este propósito. Ha optado por la tarea de estigmatizar a la escuela pública con la pretensión ideológica de destruir lo público. Todo este paquete de medidas implementadas están colmando al sistema educativo nacional con multiplicidad de vicios que van en detrimento de la calidad educativa. La realidad es que los resultados de las pruebas PISA no definen lo que debe ser la calidad de la educación colombiana.

Estas pruebas se utilizan como un instrumento de poder para controlar de manera oculta los currículos; es una forma de incidir en ellos y buscar que los sistemas educativos se adapten, hagan cambios y se organicen de acuerdo a las imposiciones de formación basadas en las necesidades laborales del mercado laboral actual. Por eso, se aplican y difunden masivamente.

Para ello, hacen selección de las áreas y no indagan en todas las que componen el currículo de las instituciones, porque hay contenidos que les interesan únicamente para la formación del capital humano. En consecuencia, solo indagan en las habilidades que requieren, específicamente cinco de ellas: matemáticas, lenguaje, ciencias, formación en tecnología y competencias ciudadanas.

Incluso, entre las mismas materias hacen diferenciaciones. Por ejemplo, en matemáticas no preguntan nada sobre teoría de conjuntos ni lógica matemática, solamente les interesa la habilidad de resolver problemas, porque estas sirven para formar habilidades, competencias para el desarrollo y el saber hacer. El telón de fondo es adaptar la educación a los requerimientos de la OCDE, sin analizar si eso es lo que le conviene al país.

No hay producción de conocimientos, ciencias y tecnologías. Eso debido a que las pruebas son estandarizadas, homogéneas y, en esa medida, no indagan sobre realidades particulares en lo cognitivo, en lo contextual. Desconocen la importancia de la educación física, artes, ética o estética, las cuales son esenciales en la construcción de la personalidad y el carácter.

La educación media se ha convertido en formación de mano de obra, ha sido desarticulada y la formación técnica cada vez se ha precarizado más. Prueba de ello es la situación de los colegios técnicos que han sido desmantelados paulatinamente, adaptando sus currículos a los requerimientos de las entidades internacionales, con la excusa de brindar herramientas a los estudiantes para que puedan salir a buscar empleos. Con esto también se cierra la posibilidad a los estudiantes de acceder a las universidades públicas, que cada vez ven más recortados sus presupuestos. 

Los padres de familia deben confiar más en las instituciones educativas y no en los dictámenes que da la prensa a partir de esas pruebas. Porque su objetivo es intrínsecamente económico, no social. En respuesta, se debe volver la mirada a lo institucional, donde se conoce lo que realmente está pasando.

En contraste, FECODE considera que se necesitan políticas que reconozcan la educación como un derecho humano fundamental y que abran horizontes para los proyectos pedagógicos alternativos. Los recursos económicos que se destinan a hacer posible estos exámenes deberían invertirse en las dotaciones materiales de las instituciones educativas.

La propuesta de FECODE es avanzar en unas condiciones físicas mejores para las instituciones, en mayor financiación, que se defienda el carácter público, que se construyan visiones alternativas sobre el currículo para la formación del estudiante y la democracia en la escuela y, a partir del ahí, se indague cualitativamente sobre el acontecer de lo educativo no sobre cifras estadísticas cerradas y uniformes de la realidad. Existen otras alternativas que son las evaluaciones cualitativas, pero no se pueden aplicar de manera masiva, homogénea y uniforme, sino con un seguimiento integral al progreso intelectual del o la estudiante.


En Colombia, nos ha faltado mucha autorreflexión para el crecimiento, por estar copiando modelos de otros países; las pruebas se utilizan para seguir imitando recetas que no nos sirven. Los fines de la educación ya tienen unas bases en la Ley 115 de 1994, ahora cada institución debe encontrar las herramientas para desarrollar esos fines. Si una institución construye su Proyecto Educativo Institucional con el referente de tales objetivos y mira en qué medida avanza a la consecución de ellos, va por buen camino. Ese parámetro hay que alimentarlo con experiencia, investigación, estudios, reflexión y para eso es el llamado al Proyecto Educativo y Pedagógico Alternativo –PEPA-.